Esta noche, a las 22.00 horas, en el teatro Serrano y de manera gratuita, vamos a tener una nueva oportunidad de conocer a Max Aub por su obra y no solo por este nombre exótico que desde hace ya unos cuantos años viene ligado a la capital del Alto Palancia y titula fundaciones, calles y eventos culturales. A todo el mundo en Segorbe le suena este nombre con trazas de seudónimo. Para los más jóvenes, las promociones de estudiantes escolarizados en la comarca desde la creación de la Fundación, está bastante claro que fue un escritor importante, merecedor del recuerdo y la resurrección literaria; pero muy pocos, muy muy pocos lo han leído más allá de algún pequeño fragmento que alguna voluntariosa profesora se haya tomado la molestia de seleccionar y poner en sus manos. Reconozco que no siempre la lectura de este autor sobresaliente es sencilla o está al alcance de lectores eventuales. Algunos se han perdido en su “Laberinto”, o desorientados en algún “Campo cerrado”, han acabado abandonando el camino para buscar una salida. Pero Aub siempre da otra oportunidad. Una obra tan extensa y una gama de ficciones tan variada lo hace posible.
A lo que íbamos. Esta noche la directora Laura Ortega trae al Serrano una versión dramática del relato “La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco”, convertido en monólogo por José Ramón Fernández e interpretado este por el actor Alfonso Torregrosa (Te doy mis ojos, La vida mancha, Cuéntame). El relato, texto muy accesible, tragicómico, gracioso, fue escrito en 1960 por Max Aub en su exilio mejicano. El gancho de su título, que no debe confundir hoy a los propensos a la exaltación, sentó a la dictadura franquista, es fácil imaginarlo, como el tiro que el protagonista, un humilde camarero de Sonora, quiere efectuar sobre el dictador, no para precipitar el cambio de régimen en España, un país al que no le une ningún vínculo, sino para acabar de una vez por todas con las conversaciones recurrentes sobre la guerra y los brindis al sol, que cada día reproducen los exiliados españoles en el café del D.F. donde trabaja. Lejos del panfleto político, Aub vuelve a dar muestras de su agudeza, su capacidad de observación y su sentido del humor para demostrar en esta especie de broma literaria que el magnicidio a esas alturas ya no tenía sentido. Aub, exiliado nostálgico de un país que solo le abriría las puertas bajo permiso oficial poco antes de morir, práctica en sus páginas algo tan poco habitual como la autocrítica.
Gracias a uno de los actos más destacados de los programados por la Fundación Max Aub para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la muerte del escritor, esta noche podremos conocer al autor por su obra, y no solo por su nombre. Ni siquiera hará falta leerlo. Tengo mucha curiosidad por ver cómo funciona el texto dramatizado, conversión que sin duda hubiera sido del agrado de su autor, hombre de teatro que no pudo ver representadas sus mejores piezas. Nosotros sí podemos (ya disfrutamos recientemente en el mismo escenario de Morir por cerrar los ojos, con muy poca asistencia de público, por cierto) y no deberíamos dejar pasar esta vez la oportunidad que vuelve a brindarnos la Fundación en colaboración con el Ayuntamiento de Segorbe, que desde su concejalía de Cultura sigue apostando a pesar de todo y así debe ser, por el teatro.
Héctor Hugo Navarro