Cuando somos pequeños, todos queremos ser mayores, pero lo que no sabemos es, que de mayores, querremos ser pequeños otra vez.
Ser adulto no está mal siempre y cuando no dejes ese niño que fuiste y lo utilices para divertirte sin vergüenza alguna y mejorar tu vida en lo que te propongas.
La mejor profesión que un adulto puede tener es la de niño. Esta te prepara y capacita para cualquier puesto de trabajo.
Un niño no tiene fin. Insiste, se divierte, no pierde la esperanza, es persistente, en el aspecto psicológico es incansable. Un niño dejará de insistir por algo que quiere si pierde el interés o encuentra algo mejor por lo que luchar.
Ahora lleva todo esto a tu pensamiento adulto y aplícalo a lo que quieres conseguir.
Un niño no tiene experiencia en nada, pero su actitud ante lo que de verdad quiere, está por encima de esta. Es un vendedor profesional, porque únicamente con su mirada y su insistencia consigue en la mayoría de las ocasiones su objetivo.
Además, se dirige a varias fuentes. Si con la madre no lo consigue, va al padre y sino, en cuanto tenga la ocasión, a los abuelos.
También es inteligente por naturaleza y esa inteligencia, muchos de nosotros la perdemos cuando somos adultos. Y es que si quiere algo y hay una reunión familiar, ¿A quién creéis que va a acudir? Sí, a los abuelos. Los que jamás le dicen que no.
El secreto está en identificar el punto débil e incidir sobre él. Insistir y utilizar tus habilidades lingüísticas para convencer.
Si tienes la oportunidad, observa la actitud de un niño. Incluso haz la prueba interactuando con él y aprende. Son unos grandes maestros.
–¿Qué quieres ser de mayor?
-¿Yo? Niño.
Vicente Herrero – Foto:José Plasencia
