Doce artistas en el Museo del Prado. Una apuesta cultura de la Fundación Bancaja que permanecerá abierta en Segorbe hasta el día 10 de abril

Doce artistas en el Museo del Prado

Público en la inauguración. Foto:J.Plasencia.

El presidente de la Comisión Delegada de la Fundación Bancaja en Segorbe y al comisaría de la exposición, Vicente Hervás y Laura Campos, respectivamente, junto al alcalde de la capital del Palancia, Rafael Magdalena, inauguraron ayer en las salas de la Casa Garcerán de Segorbe una interesante muestra englobada bajo el nombre genérico de Doce artistas en el Museo del Prado.

La muestra está compuesta por casi medio centenar de obras de medio formato en las que una docena de artistas contemporáneos reinterpretan y adaptan a su personal estilo y propias técnicas y las inmortales obras de los grandes Maestros del Museo del Padro.

Los fondos de la exposición, que permanecerá abierta al público en la Casa Garcerán hasta el próximo 10 de abril pertenecen al legado de la propia institución fundacional. La exposición Doce artistas en el Museo del Prado puede visitarse de manera gratuita los viernes, sábados y vísperas de festivo en horario de 17 a 20 horas y los domingos y festivos de 12 a 13:30 horas y de 17 a 20 horas.

PUBLICIDAD
Asi las cosas la exposición incluye obras de Isabel Baquedano, Carmen Calvo, Naia del Castillo, Cristina García Rodero, Cristina Iglesias, Carmen Laffón, Ouka Leele, Eva Lootz, Blanca Muñoz, Isabel Quintanilla, Soledad Sevilla y Susana Solano.

La Casa Garcerán ya acogió hace veinte años un proyecto de similares características, la exposición El Prado visto por 12 artistas contemporáneos, una muestra que reflejó la visión de creadores como Eduardo Chillida, Andreu Alfaro o Eduardo Arroyo, entre otros, sobre la pinacoteca madrileña. El proyecto nació como una iniciativa de la Fundación Amigos del Museo del Prado, dentro de las actividades realizadas con motivo del 180 aniversario de su creación, y con Francisco Calvo Serraller como director de la colección. Ahora, la Casa Garcerán acoge la revisión de esa mirada desde la óptica femenina, a través de una selección de litografías, fotografías, serigrafías, aguafuertes y grabados de las creadoras Isabel Baquedano, Carmen Calvo, Naia del Castillo, Cristina García Rodero, Cristina Iglesias, Carmen Laffón, Ouka Leele, Eva Lootz, Blanca Muñoz, Isabel Quintanilla, Soledad Sevilla y Susana Solano.

Magdalena, Campos y Hervás. Foto:J.P.

Magdalena, Campos y Hervás. Foto:J.P.

Los artistas y sus obras

Isabel Baquedano. Formada en la escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, se interesa al principio de su carrera por una pintura figurativa de carácter social y, en general, por el realismo moderno de entreguerras. Más tarde se adentra progresivamente hacia el trasfondo histórico de la modernidad y remonta su vocación primitivista hasta los primeros albores del Renacimiento, fijándose, sobre todo, en los maestros italianos de la primera mitad del XV. Al analizar el trabajo realizado en relación con los antiguos maestros atesorados en el Museo del Prado, se ha fijado en Fra Angelico, al que ha despojado de todo brillo, quedándose solo con lo esencial: un par de siluetas, en el caso de La Anunciación, encuadradas por una escenografía arquitectónica reducida al mínimo y una simple sugerencia de paisaje; tres figuras, en el caso de Adán y Eva, la de los avergonzados desnudos de nuestros primeros padres y la medio figura del ángel que los arroja al mundo.

Carmen Calvo. Inició su proyección internacional cuando fue seleccionada por Margit Rowell, conservadora del Museo Guggenheim de Nueva York, para que exhibiera su trabajo en la que fue la primera muestra del arte español emergente tras la transición democrática: New Images from Spain (1980). Entonces, Carmen Calvo realizaba cuadros con fragmentos cerámicos adheridos al lienzo, que formaban conjuntos de hermosas y delicadas alineaciones, componiendo paisajes y homenajes figurativos de antiguos maestros. Posteriormente exploró nuevos campos de expresión, empleando el lenguaje moderno y analizando críticamente la realidad española. En su diálogo con los artistas del Museo del Prado elige a Goya como su interlocutor a través de las imágenes que elaboró en sus primeros años de realizador de cartones para tapices, como el titulado La maja y los embozados, cuadro de costumbres. Carmen Calvo reinterpreta esta imagen a través de la fotografía, el dibujo y el collage.

Sala de la Casa Garcerán. Foto:J.Plasencia.

Sala de la Casa Garcerán. Foto:J.Plasencia.

Naia del Castillo. La escultora vasca, que ha irrumpido con fuerza en el panorama artístico español actual, trabaja en instalaciones y fotografías manipuladas, revalidando la libertad conceptual y material. En su intervención en el Museo del Prado no se limita a la confrontación entre pasado y presente, ni tampoco entre el recinto del museo y la vida cotidiana, sino todo ello. Así, en su obra Santa Bárbara se ha servido de la pintura homónima del flamenco Robert Campin, un tríptico, cuyos elementos han sido alterados y sintetizados pero sin perder su significado original. En su segunda fotografía, Naia del Castillo retrata la historia del pecado y de la redención, del sexo y de la culpa.

Cristina García Rodero. Licenciada en pintura por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, la proyección nacional e internacional que Cristina García Rodero ha obtenido como fotógrafa revela su forma compleja y profunda de mirar la realidad. En las composiciones fotográficas que ha realizado en el Museo del Prado ha trabajado a partir del cuadro Ofrenda a Flora, de Van der Hamen, figura crucial en la creación del bodegón español, y de la reflectrografía realizada a partir de la obra Sagrada Familia, llamada «la perla», de Rafael. En ambas ha sobreimpresionado en las imágenes elegidas el haz y el envés luminoso de dos visitantes del museo, ninguno de las cuales está mirando el cuadro que les abarca, pues una nos muestra el contraluz de su perfil, mientras que la otra está de espaldas a la pintura.

Cristina Iglesias. Desde sus primeras obras, que expuso en público a comienzos de la década de 1980, la escultora ha demostrado un particular interés por el espacio y sus elementos. En este proyecto, la artista selecciona como su interlocutor a Velázquez y, en concreto, uno de sus paisajes: el celebérrimo de la Villa Médicis. Ha reconstruido la obra de Velázquez situando sobre un tapiz una celosía de esparto que ha sido fotografiada como base para la serigrafía final. La celosía no actúa sólo como un filtro plano, sino que en una de sus dos estampaciones serigrafiadas adopta un hueco en forma de rombo, que genera un vacío.

Carmen Laffón. Considerada la figura más destacada y representativa del realismo sevillano, cuenta con una dilatada y rica trayectoria artística. Ligada a su tierra por la sensibilidad y el paisaje, Carmen Laffón se ha decantado por un par de fragmentos de El sueño del patricio Juan, de Bartolomé Esteban Murillo. A partir de la pieza, la artista recrea dos bodegones sin perder el encanto del contrapeso de la composición.

Ouka Leele. La trayectoria artística de la artista madrileña Ouka Leele se ha basado en la fotografía como el medio que mejor se adecua a su vocación creadora multidisciplinar. Las dos fotografías digitalizadas que recogen su intervención sobre Museo del Prado son un buen ejemplo. En ambas se entremezclan la danza, el teatro, la música, la pintura y la fotografía, pero con la intención de romper la separación entre la ficción del arte y la realidad. Frente a Las Meninas, de Velázquez, y El juicio de Paris, de Rubens, la artista ha utilizado el recurso de la animación del cuadro.

Eva Lootz. La artista vienesa, de sofisticada formación humanística y muy versada en cuanto a nuevos medios técnico-artísticos, lleva afincada en España desde 1967. A lo largo de su trayectoria se enlazan los planteamientos del arte post-conceptual y post-minimal. El diálogo de Eva Lootz con el Museo del Prado se ha basado en un par de imágenes fotográficas de impresión digitalizada que representan una pareja de aves de corral, aludiendo a la temática del tradicional género del bodegón o de las naturalezas muertas.

Blanca Muñoz. La escultora madrileña ha basado su trabajo en el binomio de la luz y lo curvilíneo, interpretados ambos desde la perspectiva de la física contemporánea. Gran parte de su obra se desarrolla mediante estructuras metálicas, principalmente de acero inoxidable de diferente grosor, que le sirven como andamiaje para mostrar las infinitas trayectorias parabólicas de los cuerpos en el espacio. En su relación con el Museo del Prado, Blanca Muñoz ha encontrado en las gorgueras que se pusieron de moda a finales del siglo XVI y a lo largo del XVII un motivo perfectamente ajustado a sus intereses artísticos.

Isabel Quintanilla. Basta con echar un vistazo a la dilatada trayectoria de Isabel Quintanilla para comprender que lo que le ha interesa del realismo español es su humilde disposición para mirar cualquier tipo de figura o cosa y representarla de la forma más despojada, sin el menor énfasis. Inspirada por Velázquez y Zurbarán, la artista ha realizado dos grabados: La menina, donde a una niña pequeña actual, aislada de todo oropel y compañía, le es ofrecido un vulgar vaso de vidrio; y el Bodegón, muy zurbaranesco, donde el mismo vaso con agua sirve de modesto recipiente de dos rosas.

Soledad Sevilla. Es una de las más destacadas representantes de la abstracción geométrica de la década de 1970. La respuesta plástica que ha dado en su diálogo con las obras del Museo del Prado se ha centrado en el cuadro de Hipomenes y Atalanta, del clásico-barroco Guido Reni, con su representación de la furiosa carrera a muerte en la que se desafían los contendientes y la atlética movilidad de estos héroes legendarios sobreimpresionada por el lance taurino de una verónica.

Susana Solano. La escultura de Susana Solano tiene un componente sintético de dureza a la hora de definir –recortar- los cuerpos en el espacio, y otro analítico que los volatiza. Esta dialéctica se refleja en los grabados realizados para este proyecto. Por una parte son nítidas formas cuyos afilados perfiles no pierden su animación dinámica ni sensibilidad retráctil. Por otra, esta vibrante y bien temperada armonía de formas y colores desplegándose en el espacio remiten a la quintaesencia de una sabiduría en el manejo del espacio.

 

Doce artistas en el Museo del Prado

Chelo Torrejón