© Estampas otoñales .-

Esas ingrávidas patadas que lanzas en la Glorieta a las amarillentas hojas mientras dudan si caer en la tierra definitivamente o volar hacia azoteas imposibles, al tiempo que recorres una neoferia que antes era del Olivo para asombrarte ante los paneles de unos ejemplares tan milenarios como únicos… Esas tardes tan mordidas por la oscuridad que te abren el tarro de la melancolía y, si las aprovechas, te embadurnan con un cambio de rutinas que aportan el encanto de nuevas actividades… Esas cada vez más escasas ráfagas de agua humedeciendo fachadas y calles con su lengua de riada, procurando saltar aceras, deslizando sus regueros por la cuesta de la Catedral y soñando en romperse ante los neumáticos de un coche para formar un instante de caos y dinamismo húmedo… Esas piquetas que han comenzado, en la plaza de la Cueva Santa, a desgajar la casa maldita por judiciada -bendita por su imagen para otros- dejando un polvo latente e imborrable que proclama el triunfo del individuo ante el abuso municipal… Esa banda municipal y sinfónica que llena escenarios y plateas mientras suelta sus corcheas desde cuerdas, vientos o percusiones para lograr que los ratos se conviertan en instantes donde nuestra piel y sus aledaños puedan bañarse en los vaivenes juguetones de preludios o sonatas…

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Estampas otoñales. Fotos:J.Plasencia

Esta magnífica Escuela de Teatro ciudadana que por la grieta de una afición disciplinada y febril se ha vuelto a presentar con el pasaporte en las manos -medio segorbino medio húngaro- indultando a unos crímenes ejemplares que tienen la amarga ironía de matar con sonrisas e indultar a sus asesinantes… Esas competencias municipales que se le caen de la cartera a una concejala brava, aguerrida, inconformista y por llevar ese potaje de cualidades en el carácter, demasiado impetuosa, dejándonos el tema un déficit de información que nos gustaría calibrar porque es nuestro municipio… Ese declinar los paseos hacia un cementerio convertido en un paisaje floral donde descubres a las personas que se acaban de marchar antes de tiempo y recuerdas a aquellos que significaron tanto para cada uno de nosotros, aunque ya solo podemos besar sus nombres, sus fechas, sus fotos que nunca envejecerán… Ese correr hacia los montes con tu cesta llena de mimbres para capturar boletos, lactarios y macrolepiotas que inunden de sabor nuestros arroces o esos imaginativos revueltos y guarniciones que encumbran los platos de nuestras mesas… ¡Ah, este otoño de romerias y de galardonadas directoras de cortos…! Poco a poco sabe crearnos un sensacional río Palancia lleno de efímeras choperas doradas en las que descubres que la naturaleza siempre es sabia, la más sabia… No puedo quejarme del otoño, es demasiado mago, demasiado mágico, me ofrece interminables alicientes…

Estampas otoñales

Manuel Vte. Martínez